Críticas de Cine. 'La ciudad de las estrellas (La La Land)': cautivadora belleza

Póster en español de  'La ciudad de las estrellas (La La Land)'

Narra una tempestuosa historia de amor que se verá obstaculizada por el afán de triunfo de los protagonistas. Mia, una aspirante a actriz que trabaja como camarera, y Sebastian, un pianista de jazz que se gana la vida tocando en sórdidos tugurios, se enamoran, pero su gran ambición por llegar a la cima amenaza con separarlos. 

Con firmeza, Damien Chazelle se está haciendo un nombre cada vez más reputado en el Hollywood contemporáneo. No el de los Blockbusters, sino ese reducto que aún se empeña en hacer películas trascendentales más allá del (legítimo y agradecido, ojo) divertimento palomitero.

Si 'Whiplash' supuso una pequeña obra maestra, con J.K. Simmons y Milles Teller exudando genio, 'La ciudad de las estrellas', hace lo propio con la pareja artística del año: los inmensos Emma Stone y Ryan Gosling, una suerte de química desbordante, talento, simpatía, ternura, credibilidad, oficio y humanidad.

Con un aire de musical old fashion pero, también, anclada a la realidad de la carrera de fondo que supone triunfar en la meca del cine, repleta de sinsabores y obstáculos, la cinta de Chazelle combina los excelentes números musicales (imposible no tararear sus canciones), la omnipresente belleza visual (donde destacan un diseño de producción tan sutil como preciosista, y la excepcional fotografía) y el despliegue de magia, con una historia de amor veraz, emotiva y sincera.

Si la película nos atrapa desde el primer minuto, cuando llega al final caemos rendidos de pura admiración, pues el desenlace resulta tan bienvenido, inesperado (¿o no?), realista... mágico.

A todos los que beban y vivan cine, les cautivará.


 A los amantes del género, que busquen sentir el feeling de un buen musical con mensaje y trasfondo, también.

Estamos de enhorabuena. En el firmamento de la ciudad de las estrellas, brilla una más, con luz cegadora y plena energía.

Lo mejor: Stone y Gosling, mayúsculos.

Lo peor: en algunos números musicales que lo piden a gritos, se echa de menos un pelín de desenfreno.

Por: Eduardo Bonafonte Serrano.

Comentarios

Entradas populares